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Hyperart Thomasson, Arquitectura de un despropósito


¿Qué tiene que ver un jugador de béisbol de hace 40 años con una corriente artística de fotografía arquitectónica? Mucho más de lo que imaginas. En los años 70, Gary Thomasson se convirtió en una de las grandes promesas del deporte estadounidense. A pesar de que nunca llegó a ser una superestrella, fue un buen bateador que jugó en equipos legendarios como los New York Yankees, los Dodgers de Los Ángeles o los San Francisco Giants.

Su vida cambió el 22 de diciembre de 1980. Ese día fichó por los Yomuri Giants de Tokio, convirtiéndose en el extranjero mejor pagado en la historia de la liga japonesa: cobraría 1,2 millones de dólares de aquella época por cada una de las dos temporadas que permanecería en el equipo. Una oferta irrechazable para un jugador que ya divisaba el final de su carrera profesional.



El día que firmó el contrato fue el único feliz de su periplo nipón. En su primer año batió el record negativo de eliminaciones de un jugador en la misma temporada, récord que todavía está vigente. El segundo año la cosa no fue a mejor: se lesionó en la rodilla y tuvo que dejar definitivamente el béisbol.

Y eso no fue lo peor. En 1985, el artista conceptual japonés Genpei Akasegawa recupero su apellido para definir un nueva corriente artística que fotografiaba fascinantes, horrendos e inservibles restos arquitectónicos que se conservan contra toda lógica en las ciudades niponas. Así nació el Hyperart Thomasson.

La corriente, muy activa todavía en la actualidad –hay una comunidad que cuenta con miles de publicaciones en Instagram sobre todo provenientes de EEUU y Japón–, considera esas escaleras a ninguna parte o restos de edificios nunca derribados una obra de arte en sí mismos.

Estos son algunos ejemplos:



























Fuente: Idealista

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